Principios Cristianos

Nehemías 1:1-3

1 “Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, 

2 que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. 

3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego”.

Muchos conocemos el trasfondo de los libros de Esdras y Nehemías. Para estos momentos el templo había sido destruido, pero Dios levantó a Esdras para reedificarlo, no así los muros que rodeaban la ciudad. Dios puso en el corazón de Nehemías regresar a Jerusalén y convertirse en el hombre que Dios iba a usar para reedificar los muros en Jerusalén. En estos versículos podemos ver cuál es la situación en la que se encuentra el remanente, los que se quedaron ahí, pero ese grupo que se quedó con el templo destruido y los muros derribados estaba en gran afrenta.

Cuando leemos y miramos con suficiente atención algunos aspectos podemos darnos cuenta que el pueblo sí estaba en gran mal, la estaba pasando tan mal y sufrían afrenta, eran avergonzados. La razón por la cual estaban en esa situación era porque estaban sufriendo las consecuencias que había traído su pecado.

¿Cuál fue el pecado de ellos? Ellos abandonaron a Dios, dejaron la Palabra de Dios, incluso el Señor les habló de manera constante, les enviaba palabras por medio de sus profetas y ¿qué hacían ellos? Ellos hacían escarnio de las Escrituras, se burlaban del mensaje de la palabra de Dios, a tal punto que ya no hubo más remedio para ellos. 

¿Qué nos enseña esto? Que aunque somos creyentes, aunque Cristo vive en nuestras vidas aun así debemos tener mucho cuidado con el pecado que hay en nuestra vidas. Somos enseñados, recibimos predicaciones, leemos la Palabra de Dios, podemos verlo a través de testimonios de otras personas y nadie que se aleja del Señor, nadie que se aleja de su Palabra, que abandona las cosas de Dios le va bien. Una muestra de eso es lo que hizo el pueblo de Dios. Ellos abandonaron su palabra y después estaban sufriendo las consecuencias. Siendo el pueblo de Dios, liberados con mano fuerte de la esclavitud en Egipto, conquistaron naciones vieron la mano poderosa de Dios, ese mismo pueblo estaba en gran  mal y estaba sufriendo afrenta.

Aquí hay una advertencia que pudiéramos tomar: tener cuidado de no desechar la Palabra de Dios, de no querer abandonar las cosas del Señor. Dios nos ha puesto en una iglesia, Dios quiere que vivamos vidas bendecidas, quiere que nuestros matrimonios sean bendecidos, que seamos fortalecidos en el Señor. En el momento en que abandonemos al Señor vamos a pagar las consecuencias. Hay jóvenes que la están pasando muy mal y es consecuencia de pecado en su vida, de malas decisiones de su vida y ahora son avergonzados porque en su momento desecharon la Palabra de Dios.

Joven, eres el que más necesita el consejo de la palabra de Dios. El pensamiento de muchos jóvenes hacia sus padres es: “Tú viviste en otra época”,“Estamos en el siglo 21” pues la Palabra de Dios dice: “No os conforméis a este siglo”. Muchos jóvenes y matrimonios que la están pasando mal es porque han desechado el consejo de Dios, la ayuda espiritual que está disponible en sus manos y por eso se encuentran afrentados y no saben qué hacer.

No solamente vemos que el remanente se encontraba en gran mal, Nehemías 2:17 dice: Les dije, pues: Vosotros veis el mal en que estamos, que Jerusalén está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego; venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio”. Quién está hablando aquí es Nehemías, pero antes de que él fuera con el pueblo, él ya había hecho una inspección de las condiciones en la que se encontraba la ciudad.Pasé luego a la puerta de la Fuente, y al estanque del Rey; pero no había lugar por donde pasase la cabalgadura en que iba”. (Vers.14). Los muros estaban destruidos, todo estaba en ruinas y el remanente veía que estaba la ciudad en ruinas, que era un caos, pero la palabra de Dios dice que sabiendo y estando conscientes de la situación no hacía nada. Eso se llama indolencia. Es acostumbrarte a vivir en el estado en que estás, aunque estés sufriendo y batallando, aunque las circunstancias son contrarias, y hasta que llegó Nehemías y les hizo ver el mal en que se encontraban.

Eso nos enseña que lo siguiente a las consecuencias del pecado es la indolencia. Por eso tenemos que tener mucho cuidado con el pecado porque el pecado trae como consecuencia indolencia en el creyente. Una persona indolente es una persona que no se conmueve, no quiere hacer el mínimo esfuerzo para remediar la situación. Nehemías trata de despertar el interés y que era el momento de hacer algo.

¿Por qué es importante tener cuidado con el pecado? Porque el pecado nos lleva a ser indolentes, a veces caemos en el engaño de que quien no sufre en esta vida y no digo que el creyente no sufre, que no va a batallar, pero hay sufrimientos y batallas que son consecuencia del pecado, pero somos tan indolentes que los queremos ver de otra manera y nos volvemos indolentes ante la consecuencia del pecado y la indolencia afecta a otras personas.

Dice Lamentaciones 1:12 “¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor”. Lamentaciones fue escrito por el profeta Jeremías y es como resultado de todo lo que estaba sucediendo con el pueblo del Señor.  La indolencia hace que perdamos la compasión por otros, que cerremos nuestro corazón ante la necesidad de otros, hace que cerremos nuestros ojos ante la realidad de la situación de la que el mundo se encuentra. Por eso es muy importante tener cuidado con el pecado porque no solo trae consecuencias, sino que nos puede convertir en creyentes indolentes ante la obra del Señor y eso viene afectar no solo en nuestra vida personal, puede afectar a nuestro matrimonio, a nuestros hijos. ¿Por qué crees que vemos a tanta gente apática, a gente que no le importa el dolor ajeno? Eso es ser una persona indolente que no le afecta en lo más mínimo la necesidad de otros.

A veces batallamos en nuestras vidas no por cosas que no sepamos, sino que nos hemos hecho indolentes, porque sabemos dónde está el mal, ese problema, pero no queremos tratarlo. Es terrible vivir en una condición en donde sabemos cómo remediar esa situación y no hacer nada al respecto. Ellos estaban en ruinas, eran objetos de vergüenza, eran afrentados de manera constante ante sus enemigos y sin embargo, les daba igual, no les importaba el dolor que le pudiera dar a sus esposas e hijos; no les importaba que siendo el pueblo de Dios estaban en oprobio, en deshonra porque se habían convertido en un pueblo indolente. ¡Qué el Señor nos libre de convertirnos en creyentes indolentes! La obra de Dios es afectada cuando hay indolencia en su pueblo.

Una persona indolente tiene que ver con una persona perezosa, una persona floja. Creo que una de las ayudas que el Señor pone a disposición de cada persona es a través de la iglesia. La iglesia siempre será una bendición y creo que Dios usa la iglesia para tratar con su pueblo, usa Su palabra predicada en la iglesia para tratar asuntos en los matrimonios, en las vidas familiares, pero a veces hay creyentes que no ven de esa manera y por eso les da pereza el venir a congregarse sabiendo que Dios quiere tratar con ellos a través de su palabra. Conozco a una familia que está batallando en su vida espiritual y ellos lo reconocen, pero dicen: “Hay algo que nosotros hemos decidido no dejar de hacer y eso es dejar de congregarnos porque mientras estemos congregados, el Señor va a estar tratando con nosotros”. ¡De verdad que la iglesia es una bendición! Por medio de la iglesia podemos recibir la instrucción de la palabra de Dios, pero para eso hay que levantarnos temprano, hay que estar dispuestos de invertir nuestro tiempo porque vemos de suma importancia el medio que Dios usa para tratar con nosotros.

Había algo que provocaba toda esa situación en la que se encontraba el remanente. Nehemías entendía que Dios lo puso ahí y después de haber inspeccionado la ciudad, él llegó a la conclusión de que una de las maneras de poder salir de esa situación era levantar los muros ¿Por qué? Porque cuando leemos en Génesis o Josué vemos la importancia de los muros. ¿Recuerda Jericó? Una ciudad amurallada, nadie podía entrar ni salir a causa de los israelitas, Dios la derribó y te puedes dar cuenta que las ciudades antiguas estaban amuralladas porque los muros marcan los límites. ¿Sabe porque sufrimos las consecuencias del pecado y nos vuelve indolentes? Porque los muros espirituales de nuestras vidas están derribados porque hemos bajado la guardia, porque hemos dejado de hacer lo que antes hacíamos, hemos dejado de fortalecer áreas espirituales en nuestras vidas que son tan importantes para que sigamos en el camino de lo que es la vida cristiana. Nehemías dijo que iban a levantar el muro y ya no estarían más en oprobio, ya no sentirán mas vergüenza y los anima y el pueblo tomó ánimo y eso es exactamente lo que se necesita para que no podamos sufrir las consecuencias del pecado y no permitir que el pecado nos vuelva indolentes.

Haz de su iglesia un muro, haz de su pastor un muro, haz de la palabra de Dios un muro, haz de la oración un muro para tu vida y eso te va ayudar a mantenerte alejado del pecado, pero es importante levantar estos muros. Cada uno sabemos que tenemos que arreglar de nuestra vida y a lo mejor es por ahí donde el pecado que se están introduciendo o ya se introdujo y nos volvió indolentes a tal grado de decir: “Ya no hay más que hacer. Tengo que conformarme con venir a la iglesia”. No, no tienes que conformarte con venir a la iglesia porque llegará el momento en que la iglesia se te hará una carga, tienes que disfrutar y hacer lo que tienes que hacer y hablo de cosas que tienen que ver con la vida cristiana. Que el Señor nos ayude y que estos principios puedan ayudarte en tu vida espiritual.