La costumbre de compartir el evangelio

Hechos 17:1-9

1 “Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. 

2 Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, 

3 declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo. 

4 Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas. 

5 Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 

6 Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; 

7 a los cuales Jasón ha recibido; y todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 

8 Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. 

9 Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron”.

El libro de Hechos es la historia de la iglesia, el inicio de la iglesia. El Señor Jesús ya no está en la tierra, pero están los discípulos, los creyentes. Han comenzado a levantarse hombres fieles a predicar la palabra de Dios, hombres que siguen predicando el evangelio, anunciando las buenas nuevas. En este capítulo nos narra la Biblia Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica”, los creyentes se estaban esparciendo, la palabra de Dios estaba llegando a lugares que probablemente nunca se imaginaron, pero para la palabra de Dios no había fronteras, no había límites. Cristianos iban a aldeas y ciudades y comenzaban a compartir el evangelio. 

La Escritura nos habla en este pasaje acerca de Pablo, acerca de este hombre y creo que conocemos de Pablo, conocemos su conversión, y en el versículo 2 dice: Y Pablo, como acostumbrabaera una bonita costumbre. ¿Tenemos buenas costumbres? Personalmente tenemos buenas costumbres, en la familia tenemos buenas costumbres y también tenemos malas costumbres, esa mala costumbre de quitarse los zapatos en la sala y aventarlos, la mala costumbre de levantarnos de la mesa y no decir gracias por la comida; una bonita costumbre es decir: “Gracias, mi amor, te quedó deliciosa la comida”. Es una buena costumbre levantarnos y llevar el plato al fregadero. 

Las costumbres son parte de nosotros, si acostumbramos a tomar una siesta en la tarde, acostarnos y levantarnos a cierta hora es parte de nuestra persona, es parte de nuestra esencia, es lo que nos hace auténticos y no somos iguales que los demás, cada quien tiene su costumbre.

La Escritura dice que Pablo como acostumbraba, tenía la costumbre de llegar a una nueva ciudad a una sinagoga, a donde miraba necesidad y comenzaba a predicar a compartir el evangelio, a enseñar a las personas acerca de Jesús. Eso es una buena costumbre que todos los cristianos podemos adoptar, la costumbre de compartir el evangelio con alguien más. ¿Cada cuánto compartimos la palabra de Dios con alguien? ¿Cada cuando invitamos a alguien a la iglesia? ¿Cuántas veces al día acostumbramos a hablar con alguien de la palabra de Dios? Es una bonita costumbre salir a las tortillas y dejarle un tratado del evangelio a la persona que nos vende las tortillas. Es una bonita costumbre ir al supermercado y traer folletos y regalarle a las personas.

Como cristianos podemos adoptar buenas costumbres, pero también hay malas costumbres. La mala costumbre de no leer la Biblia, de no orar, ¿conoces otra mala costumbre? No ser servicial en la iglesia, dejar que los otros trabajen, la mala costumbre de no participar en las actividades de la iglesia, de llegar tarde a todas las actividades de la iglesia, de no ir con los ganadores de almas cuando sí podemos, pero no queremos. Tenemos malas costumbres y como cristianos adoptamos costumbres que no son necesarias en nuestra vida cristiana porque al contrario de beneficiarnos, perjudican nuestra vida cristiana, nos roban bendición porque nos roban el gozo de participar con el pueblo del Señor.

El apóstol Pablo tenía una bonita costumbre, compartir la Palabra de Dios a donde quiera que fuera. En nuestros días, ¿se puede predicar la palabra de Dios en todos lados? Aquí podemos predicar la palabra de Dios con libertad. El gobierno ha tratado de frenar el evangelio, pero tenemos la libertad de predicar la palabra de Dios. Hace tiempo estábamos en la ciudad de Guadalajara y estábamos en el zócalo de la capital. Comenzamos a dar folletos y a predicar sin bocinas. Llegó la policía y no detuvo: “No pueden estar haciendo esto en el zócalo, no pueden estar compartiendo sus ideologías”. Para bendición de nosotros pasó una persona que vio el alboroto, era una hombre mayor, bien vestido, con saco y portafolio, y comenzó a hablar, su aspecto daba confianza, nos pidió intervenir y dijo: “Soy abogado y lo que están haciendo con ustedes es injusto porque la ley los protege en la libre expresión, no están utilizando aparatos que estén molestando a las personas”. Este hombre no era cristiano, pero Dios lo usó para que pudiéramos seguir predicando.

Cuando queremos hacer algo bueno por Dios, el enemigo siempre va a tratar de atacar, de arruinar los planes que tenemos para servir a Dios, va a tratar de desanimar, de apagar el fuego, el gozo que hay en nuestros corazones. Me imagino a Pablo llegando a Tesalónica y metiéndose en la sinagoga y no me lo imagino amargado, decaído, triste, sino al contrario, sonriente y emocionado. Él estaba feliz de compartir la Palabra, sin embargo, ¿qué sucede? Vienen las trabas, los problemas que nadie pidió. Las buenas intenciones de Pablo no fueron tomadas así por la gente incrédula porque si te das cuenta, personas escucharon y se convirtieron y no pocas, sino muchas. Muchas personas se unieron a la iglesia, aceptaron el evangelio, transformaron su vida y decidieron seguir a Cristo. ¡Eso es gozo! Pero viene la oposición de aquellas personas que no creían, pero que tampoco querían dejar que otros creyeran, eran hombres amargados que no querían que nadie fuera feliz y así es el amargado dentro y fuera de la iglesia. Si te encuentras a un amargado ten cuidado con él porque no es feliz y no quiere que tú seas feliz. 

Pablo se encontró con gente así, gente amargada, dura de corazón, gente que no quería creer. Dice el versículo 5 Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo”. Dice la palabra de Dios que tomaron consigo a gente ociosa, gente mala y perversa. ¿Conoces a algún ocioso? Hay gente ociosa y esa gente no pasa desapercibida, se da a notar porque cuando los demás trabajan, ellos están sentados; cuando los demás se están esforzando, ellos se están rascando el ombligo; cuando los demás están haciendo algo constructivo, ellos no están haciendo nada, sino solo mirando y criticando.

Estos judíos incrédulos, amargados y tóxicos querían detener el evangelio. Al mirar que la palabra de Dios estaba cambiando la vida de las personas se preguntaban: “¿Cómo le hacemos para detenerlos?” No podían señalar a Pablo y decir que él estaba rompiendo las leyes o haciendo algo ilegal. ¿Que había hecho de mal Pablo? ¿Predicar el evangelio fue un crimen? No. Al no encontrar algún delito, ellos optaron por tomar gente ociosa, gente buena para nada más que para alborotar y les dijeron: “Echenos la mano, les vamos a pagar, necesitamos que hagan un alboroto, que cierren calle y que griten que hay injusticia”. Comenzaron a atacar a los cristianos, a gritar injurias contra los cristianos como si fueran de lo peor. ¿Alguna vez te han acusado así? Se siente impotencia, es injusto cuando alguien levanta falsos, pero como cristianos a veces va a suceder. A los cristianos primitivos les sucedió. La gente alborotadora fue convencida para que comenzaran a hablar mal de los creyentes. ¿Cuántos falsos han levantado en la iglesia del Señor? En Jalisco cuando pasaba la ruta decían que era la roba niños, que no dejaran a ir a sus niños porque se los robaban, les quitaban sus órganos y los vendían al extranjero, veían a mi esposa toda güera, y decían: “Esa señora los vende a los gringos”. Dicen que en la iglesia te lavan el coco, que te roban el dinero. ¿Cuántas mentiras conoces que han dicho de la iglesia?

Es increíble mirar la perversidad en el corazón de los incrédulos a tal grado que llegan a blasfemar el nombre de Dios con tal que la iglesia se calle y se detenga. Pero la iglesia no se detiene, el evangelio sigue siendo predicado. La palabra de Dios fue predicada en Tesalónica, las cosas tal vez no salieron como Pablo lo imaginó, no imaginó que iba a levantarse un gran alboroto y que él tenía que salir a escondidas. En medio de los problemas el evangelio fue predicado y la semilla germinó, floreció y dio fruto por la gracia de Dios.

Dice el versículo 6 pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá”. ¿Sabes qué me ha llamado la atención de la zona centro del país? Yo soy originario de Guadalajara, allá no se ven los letreros, pero aquí vas a las colonias y encuentras letreros que advierten a los rateros “si te agarramos te linchamos”. El otro día estábamos en una colonia evangelizando y vi un letrero muy particular: “Si veo un ratero, yo grito con todos mis pulmones”. ¿Para qué grita? Para que salgan todos los demás y entre todos darle unas buenas patadas. Dice la palabra de Dios que llevaban a estos cristianos y los llevaban gritando. ¿Puedes imaginarte a la turba de personas caminando a la presidencia y llevando a los cristianos gritando? La gente inconversa va gritando para que el pueblo salga y se entere, pero ¿qué gritaban? “Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” ¿Como consideraban los inconversos a los creyentes? Como una secta. El mismo Pablo, antes de ser cristiano, se esforzaba por aniquilar cristianos, iba de pueblo en pueblo llevando a los cristianos cautivos. 

Pero fíjate cómo se expresan “Estos que trastornan el mundo”. ¿Qué es un trastorno? Muchas personas usan la palabra trastorno para expresarse de algo positivo o negativo, por lo regular de algo negativo. Lo asociamos con locura, con un mal, con demencia, pero si lo buscas en el diccionario tiene un significado muy diferente. Significa un cambio de esencia, un cambio por completo cambiar la personalidad, la autenticidad de una persona.

Cuando vine a Cristo fui trastornado porque él cambió mi persona, cambió mi esencia, ya no soy el que era antes, ya no soy el ratero, el mariguano, el maldiciente, el mujeriego, porque en Cristo soy una buena criatura. Estos hombres en su afán de desacreditar a la iglesia y a los cristianos están gritando a voces una verdad: “Los cristianos vienen trastornando el mundo entero con su evangelio”. Están cambiando la vida de la gente. El evangelio está cambiando la vida de las personas para bien. El evangelio es poder de Dios en la vida de las personas. A mí me cambió, a ti te cambió y puede seguir cambiando a la gente porque el evangelio transforma. ¡En Cristo somos una nueva criatura! Pero los cristianos en Tesalónica no pasaron desapercibidos, hicieron ruido, no era secreto que estaban en Tesalónica, no cantaban en secreto, no predicaban en secreto, lo hacían a la luz y a los ojos de todos, no se escondían. Los cristianos no deben esconderse, no deben ser personas que pasan desapercibidas, deben darse a conocer. El mismo Señor dijo que una luz no se puede ocultar, al contrario, se ponen en lo más alto para que todos vean esa luz, para que sepan que esa luz está ahí y nombró a la iglesia la luz del mundo, no una secta, no una religión, somos instrumentos de Dios para dar a conocer el evangelio del Señor Jesucristo. ¡Ese evangelio que transforma vidas! Que vuelve la esencia de una persona en algo bueno. 

¿Has escuchado la frase: “Es que es mi esencia”? Muchas personas la usan para decir “yo soy así de orgulloso, de enojón, es mi esencia”. Dios cambia la esencia de las personas. Mi esencia es la esencia de Cristo porque ya no vivo yo mas vive Cristo en mí. ¡El evangelio me ha transformado! No nos escondamos, que la gente sepa que la iglesia está aquí, hay que hacer ruido, donde quiera que vayamos y estemos, no necesitamos un letrero en la frente que diga que somos cristianos, sino por las obras la gente nos va a conocer. Nuestra esencia va a decirle a la gente que somos diferentes, que somos cristianos.

¿La iglesia tiene pensado irse y cerrar? No. Llegamos para quedarnos hasta que Cristo venga. La iglesia seguirá adelante, pruebas han venido pero la iglesia sigue. La iglesia no está sola porque es de Dios; sí, va a haber problemas, Pablo predicó la palabra y hubo problemas. Gente malintencionada y perversa con mentira trataron de arruinar el testimonio de la iglesia ¿Pudieron? No, porque si vas a la carta de Tesalonicenses encontrarás el testimonio de esta iglesia. Pablo sembró la semilla, predicó el evangelio, la palabra de Dios quedó ahí y la iglesia floreció a pesar de las adversidades. No calles, no pares la bonita costumbre de predicar la palabra, de anunciar el evangelio porque tú y yo solamente somos sembradores, somos personas en las manos de Dios, instrumentos para anunciar el evangelio, lo que pase después es obra de Dios, él es el que da el fruto, él es que hace el resto. Tú y yo trastornamos el mundo con la palabra de Dios, no pasamos desapercibidos, no nos escondemos, la iglesia de Cristo no se esconde. 

La iglesia tiene la bonita costumbre de predicar, de no callar, de serle fiel y leal a su Señor, de seguir compartiendo la bendición que el Señor nos ha dado que es el precioso evangelio del Señor Jesucristo. Ya estamos aquí, no nos escondamos, prediquemos, seamos fieles, tengamos bonitas costumbres como cristianos, compartir el evangelio, ser fieles y leales, trabajadores, serviciales y esas malas costumbres que llegues a considerar que tienes hay que quitarlas. Quitar la mala costumbre de no participar, de no anunciar el evangelio. Seamos buenos cristianos, seamos buenos obreros, y el día de mañana que Dios nos llame a su presencia pueda decir: “Bienvenido, buen siervo y fiel”. Ese quiero ser yo, no quiero que diga: “Pues si te salvé, ya llegaste, ni modo de echarte al infierno, no hiciste nada en tu vida, ya eres salvo, pásale”. Quiero que le dé gusto al Señor que un buen obrero y fiel llegó al cielo para estar con él por toda la eternidad.